lunes, 31 de octubre de 2016

LOS TERREMOTOS, UNA ASIGNATURA PENDIENTE DE EUROPA

LA BASÍLICA DE SAN BENITO DE NURSIA TRAS EL TERREMOTO M6.6 DEL 30 DE OCTUBRE DE 2016

Los terremotos que están azotando Italia desde agosto están siendo de los más fuertes vividos en Europa en toda su historia, también en la propia Italia han pasado siglos en que no se vivía algo así. Hace un par de días, tras el terremoto doble de Visso 5,5 y 6,1, adelantábamos que la zona de Peruggia, la que hoy está sufriendo un golpe sísmico sin tregua, seguiría siendo vapuleada, también que allí se vivió un terremoto de 6,7 en enero de 1915, entonces la energía acumulada mató a 32.000 personas. Hoy los habitantes de prácticamente todo el país se han despertado con un nuevo impacto de 6,6.

Europa desde hace prácticamente un siglo y medio vive algo despistada inmersa en una realidad que ha esculpido parte de su personalidad. ¿Pero cómo llegó a labrarse esta amnesia sísmica europea?

Los mayores éxitos europeos para paliar estos desastres son bastante modernos y, aunque muchos españoles no lo sepan, es España la pionera en luchar contra los efectos adversos, catastróficos y letales de este fenómeno natural. Pero ese brillante y valioso conocimiento se aprendió lejos de Europa. La más moderna de dichas experiencias comenzó tras los terremotos de Santa Marta, de 1773, paralizaron el desarrollo de la ciudad de Santiago de los Caballeros, capital del Reino de Guatemala (hoy la Antigua Guatemala); el entonces Presidente y Capitán General, Martín de Mayorga, decidió como conveniente el traslado de la ciudad a otro lugar.

EL PLANO DE LA NUEVA GUATEMALA DE MARCOS IBÁÑEZ (24-IX-1778) INCLUYE ALGUNAS MODIFICACIONES RESPECTO DEL PROYECTO ORIGINAL FRUTO DE LA OBSERVACIÓN DIRECTA "IN SITU" DE LA TOPOGRAFÍA, INCIPIENTE GEOLOGÍA PAISAJÍSTICA Y ASPECTOS PRAGMÁTICOS Y URBANÍSTICOS.

Era el primer urbanismo que contaba con una incipiente mirada geotécnica; luego se comprobó como una providencial decisión muy positiva. En la búsqueda del nuevo emplazamiento se localizaron varios lugares; un paraje en Chimaltenango, un valle en Jalapa y el valle de la Ermita en Guatemala; a fines de agosto de 1773 se determinó que provisionalmente sería el Valle de La Ermita o de Las Vacas el nuevo asiento de la capital.

El 21 de julio de 1775, casi veinte años después del mayor terremoto y tsunami que sacudirían Europa (Lisboa, 1 de noviembre de 1755), y que especialmente se ensañó con Portugal y España (Mw 8,8) con cerca de 100.000 muertos, se emitió en España la Real Cédula aprobatoria del cambio de lugar, la cual llegó a Guatemala el día 1 de diciembre, entonces toda Europa, consternada aún, empezaba a despertar a su mortífera realidad telúrica de una manera más moderna, casi científica. Pero poco a poco la mayor parte de la población ya caía en el recurrente olvido europeo de la sismicidad europea, habían pasado dos largas décadas tras el terremoto de Lisboa.

Algo más se dilató entre los europeos la tregua sísmica y el olvido se extendió por casi tres décadas, pero enseguida, ocho años después de comenzar el nuevo proyecto de la ciudad de Guatemala, en 1783, también Italia desde Calabria, se lo recordó a toda Europa. Poco a poco Europa se sumiría en su particular amnesia sísmica, y ya volverían a ser pocos los brotes que despertaran a semejante realidad la memoria europea: 1802 en Vrancea (Rumanía), Almería en 1804, en Alicante, Torrevieja en 1829 cuya reconstrucción siguió los pasos de Guatemala, el gran terremoto napolitano de 1857, en 1881 en Chios (Grecia), en 1884 en Colchester (Inglaterra) y ese mismo año en Arenas de Rey, conocido como el terremoto de Andalucía rubrica y pone fin a una época de algo más de un siglo en la que los temblores de tierra formaron parte de la cultura europea, se estudiaban en colegios y universidades y se daban pautas de qué hacer si brotaban. Esa cultura popular nunca más volvió.

Desde entonces, hace ya 132 años, tan sólo las desgracias, como las recientes italianas y españolas, nos recuerdan a los europeos la realidad sísmica de nuestras tierras, no la prevención, la resistencia o las políticas resilientes, como en Centroamérica; hoy ese olvido ha traído las lamentables imágenes italianas y españolas que todo el orbe ha visto alarmado en 2009, 2011, 2012 y 2016. Son las instantáneas de la incapacidad para sobreponerse, de la amnesia, de la dejadez, de esa falta de cultura (en especial sísmica) que en pleno siglo XXI sigue siendo letal en Europa. Decenas de miles de millones de euros son el coste de un olvido que frustra un futuro brillante. Lorca, Nursia, Peruggia, Asís, Amatrice..., y otros tantos lugares que albergan patrimonios y tesoros de la humanidad parecen encontrarse a merced de los caprichos de una naturaleza vehemente. Las imágenes de la basílica de San Benito de Nursia, destruida esta mañana, están dando la vuelta al mundo dejando un poso de tristeza e impotencia.

BASÍLICA DE SAN BENITO DE NURSIA ANTES DEL TERREMOTO M6.6 DEL 30 DE OCTUBRE DE 2016

¿Y qué pasó con la España de ultramar? Aquellos centros urbanos que todavía eran españoles vivieron una innovación protectora: el patrón de agrupamiento característico de Europa aunque, salvo casos muy aislados ya no adoptaba murallas, se diseñó de acuerdo a un trazado urbano “moderno”, reticular, de manzanas cuadradas. Es admirable cómo semejante experiencia de ultramar hubo de ser importada en 1829 a Europa (Torrevieja), el modelo con pocas reservas o variabilidad llegó a ser aplicado en la mismísima piel de toro de Iberia.

Cuando el terremoto de Torrevieja (Alicante 1829 M6,7) destruyó varias villas y asentamientos que fueron posteriormente sometidos a similares planes urbanísticos "anti-sísmicos", la experiencia ya vivía en la genética cultural española y por lo tanto europea. A la sazón pudo materializarse tras ser pensada, proyectada, y puesta en escena en Guatemala con un éxito que aún hoy nos sorprende gratamente a los mismos españoles, aunque muchos, incluso tristemente en círculos de estadistas que distribuyen nuestro estoico territorio, lo ignoren. La especulación y la voracidad constructiva de finales del siglo XX y principios del XXI nos reservan unas cuantas desavenencias, y aunque sea duro decirlo, más de una desgracia.

El haber roto con aquella valiosa experiencia y tradición del incipiente urbanismo geotécnico, tarde o temprano pasará factura. Sin embargo, los estamentos científicos y los geólogos que trabajamos en la recuperación de las comunidades azotadas o amenazadas por cualquier amenaza, incluida la sísmica, no somos bien comprendidos. Al igual que Casandra fue castigada por Apolo para ver el futuro y no ser escuchada cuando los troyanos aceptaron el regalo del caballo de los aqueos e hicieron caso omiso de sus advertencias, muchos científicos hemos sido castigados por Mercurio, dios del comercio y la codicia, para no ser escuchados y tachar nuestras advertencias como agoreras, alarmistas o enemigas del desarrollo. Las normas de construcción sismorresistente no han sido suficientes, no lo son y nunca lo serán. ¿Por qué sufrimos los europeos tanta desgracia a pesar de que nuestros terremotos se producen con mucha menos violencia? ¿Quién paga un coste tan alto? Impredecibles y destructivos al igual o peor que en Centroamérica, los desastres sísmicos europeos son muy costosos, pero el problema es que siguen pesando sobre las economías y las sociedades mucho tiempo después, las comunidades europeas quedan afectadas por años, por décadas, a veces para siempre.


sábado, 29 de octubre de 2016

LOS TERREMOTOS DE ITALIA SIGUEN SIENDO RÉPLICAS TARDÍAS DEL DE AGOSTO


SANT'ANTONIO (VISSO)

Entre el pasado 26 de octubre de 2016 y hoy que se escribe este análisis, se produjeron en Italia decenas de terremotos en una zona cercana a Visso en Peruggia. Dos de los terremotos principales del día 26 con magnitudes 5,5 y 6,1 según el USGS, pueden considerarse réplicas tardías del ocurrido el 24 de agosto de 2016 M6,2 que causó cerca de 300 muertos y miles de millones de euros en pérdidas económicas. En realidad desde entonces se han producido más de 18.000 réplicas, más de 300 en las últimas 72 horas.

Desafortunadamente las réplicas van a seguir y extenderse durante meses, la población del centro de Italia convive con la amenaza sísmica desde que el ser humano comenzó a habitar el planeta. Esa zona en particular conoce la desgracia muy de cerca: l'Aquila, Asís, Peruggia, Amatrice... La zona de los Apeninos está en plena actividad de disipación de energía acumulada por el hecho de que Italia es el escenario de encuentro entre la placa africana y la euroasiática. El 13 de enero de 1915 en esa zona un terremoto M6,7 mató a 32.000 personas.

Los Apeninos son una cuña de acreción formada como consecuencia de una subducción o una inmersión de una parte de la corteza bajo otra. Esta región es tectónicamente y geológicamente muy compleja, esa subducción de varias microplacas bajo Eurasia y los Apeninos supone una colisión continental de difícil perfilado pero que participa en la construcción de los Alpes, abriendo también la denominada cuenca del Tirreno al oeste. Los terremotos de octubre se han dado dentro de la placa (intraplaca) como una expresión de la tectónica extensional este-oeste que ahora domina y se hace notar a lo largo del cinturón de los Apeninos. Este proceso se espera que continúe durante miles de años. Para entonces el ser humano (si aún existe) puede que ya haya articulado todo tipo de defensas encaminadas a paliar los efectos negativos de estas catástrofes. Así parece que se desarrolla el tortuoso camino de amortiguar los terremotos, y aunque no llega ni a un siglo la adopción de normas de construcción refinadas para ello, menos aún lo han sido los planes urbanísticos, ni italianos ni de otras zonas del planeta, pocos lugares lo han hecho contando con esta realidad, y los que los desarrollaron lo hicieron tras una catástrofe dolorosa.

Sin duda ésta es una de las mejores herramientas. Se trataría de implantar la zonificación geotécnica-sísmica como un pronóstico basado en los accidentes tectónicos, el estudio de la historia y las características dinámicas de los terrenos, una división que puede hacerse por barrios, manzanas, ciudades, etc., que nos permite conocer el medio sobre el que construimos nuestras casas, nuestros negocios, nuestro hábitat.

La confección de mapas de riesgo sísmico locales o microzonificación sísmica ha demostrado ser la mejor de las armas para adelantarse a semejantes embates de la Naturaleza, también es bien sabido que su uso salva vidas y supone un importante ahorro para los estados. Esto está más que demostrado en los países de nuestro entorno que ya los tienen y usan. El reto del futuro urbanismo, por tanto, deberá ser el cambio de perspectiva histórica, abandonar los postulados post-industriales del siglo XX y abrirse a este urbano siglo XXI regido por la ciencia, la cultura y las nuevas tecnologías. Desde el año 2010 más de la mitad de la población ya vivimos aglutinados en ciudades, una nueva experiencia para la vida en el planeta. La sismicidad seguirá existiendo en el siglo XXI. Repensar la ciudad es ya una necesidad planetaria.

martes, 4 de octubre de 2016

GRANDES INFRAESTRUCTURAS Y BOMBAS DE RELOJERÍA


ESPECULACIÓN, DELITO E IGNORANCIA

La semana del 23 al 28 de mayo de 2016 tuvieron lugar en Donostia-San Sebastián las X JORNADAS DE GERENCIA DE RIESGOS Y EMERGENCIAS a las que como en años previos me invitaron a mostrar algunas de las conclusiones sobre las amenazas relacionadas con todas aquellas configuraciones urbanas, industriales y en general, grandes infraestructuras, creadas por el ser humano e identificar sus vulnerabilidades. Tal ejercicio es necesario para evitar el correr riesgos innecesarios y evitar accidentes.

El ser humano en las últimas décadas, gracias sobre todo al trabajo hecho por los combustibles fósiles, ha conquistado espacios que antes ni se hubiese imaginado, laderas, llanuras de inundación, zonas excavadas o rellenadas por él mismo..., ha modificado el medio natural a su antojo y ha trastocado muchos de los patrones dinámicos de la corteza, la biosfera, la hidrosfera o la atmósfera.

Al medio ambiente, recientemente se le denomina ya patrimonio natural. Actuando así adoptamos una postura muy moderna, pero refleja una actitud de apropiación; nos hemos apropiado de una dinámica que apenas conocemos y menos aún podemos controlar. Los gastos anuales en concepto de reparación y reinicio de grandes infraestructuras industriales o urbanas, debidos a problemas de estabilidad geológica o termodinámica, están creciendo por una serie de causas que se analizan en este artículo.

Si se extrapolan los datos de disponibilidad de energía neta que garantizaba dicha estabilidad hacia un futuro que siga la tendencia de la última década, en lo que a consumo y uso útil de energía primaria se refiere, ésta es claramente decreciente. Por ello será más difícil apuntalarlas o mantener a raya espacios conquistados a base de bulldozer.

CONSUMO DE ENERGÍA PRIMARIA EN ESPAÑA (ktep o miles de toneladas de equivalente de petroleo entre los años 1990-2014) DISTRIBUIDO POR FUENTES. (MINISTERIO DE INDUSTRIA, ENERGÍA Y TURISMO, GOBIERNO DE ESPAÑA, LA ENERGÍA EN ESPAÑA 2014). Obsérvese la caída en el período 2007-2014 de cerca de un 22%, la tendencia ha seguido. Con los datos suministrados por la AIE (OCDE) en el WEO 2016 la tendencia de los próximos años va a ser aún más acentuada.

Un porcentaje cada vez mayor de un flujo de energía decreciente (con un declive de entre un 3% y un 6% anual) se tiene que desviar al mantenimiento de grandes infraestructuras. Aspectos como el cambio climático antropogénico, un mayor conocimiento de las amenazas de un medio que por esa causa y otras es más vehemente y violento, el declive en la tasa de retorno energético (TRE) de nuestras fuentes de suministro y además la volatilidad en los precios de las materias primas, ponen en entredicho la viabilidad de algunas obras o contextos urbanos audaces, y tanto peor cuanto mayor grado de inestabilidad e insostenibilidad mostrasen en los estudios previos y actualizados.

Hablando con algunos economistas que no consideran el problema termodinámico del uso de energía en obra pública, o lo que es lo mismo, el vivir cotidiano, he llegado a la conclusión de que es harto difícil sugerirles que tengan una visión puramente física y práctica de este problema y no exclusivamente analítica o económica. El PIB, íntimamente ligado al consumo de energía, ha sido modificado en ocasiones acomodándolo a la actividad económica y erigiéndolo en un indicador de desarrollo que sería discutible.

No obstante, la energia (y por tanto la economía) desviada al objeto de paliar desastres debidos a las audacias humanas o a los eventos extremos derivados del cambio climático, son cada vez mayores. Ello computa en el PIB puesto que la puesta en marcha de maquinaria, movilización de materiales de construcción, transporte, etc., para arreglar "desaguisados" no deja de ser actividad económica, pero en realidad no hay crecimiento (desarrollo) alguno. Se están parcheando destrozos para volverlos a un estado anterior o similar (a veces incluso en peores condiciones) a la catástrofe. Así, la ausencia de resiliencia mortifica toda eficiencia. La energía no es una mercancía o servicio más que se compra y se vende sometida a las inviolables leyes de la oferta y la demanda, la energía es un precursor de la actividad económica y sin la primera no se puede desenvolver la segunda.

Tomando como hilo argumental y telón de fondo el problema de los costosos deslizamientos sufridos en Euskadi y Navarra el invierno pasado y anteriormente también, se dio un repaso a los retos cada vez más difíciles de afrontar por las comunidades ante el reguero de obras inservibles, mantenimiento de infraestructuras sobredimensionadas y otros despropósitos caros e inútiles que hemos heredado de la euforia constructiva y proyectiva de la década pasada; en algunos casos verdaderas amenazas para el medio natural y para el medio humano.

 
Tratamiento del riesgo de deslizamientos (una visión social)
Donostia-San Sebastián, 24 de mayo de 2016

Actualmente nos encontramos ante una paradoja histórica. La mayoría de nuestros dirigentes, embriagados por las grandes corporaciones del beneficio a corto plazo, apuestan por aquel modelo que ya no podemos sostener, ni siquiera mantener. Arreglar el problema si no es gastando ingentes cantidades de dinero, energía y recursos desviados de necesidades básicas como la salud, la cultura, la comida o la energía doméstica, no va a ser fácil para ellos, pero menos para nosotros en nuestro quehacer diario. Además de impopular, la imagen de mediocridad de nuestras instituciones, alimentada constantemente por tamaña borrachera, crece sin cesar. Corren el mismo peligro que algunas de sus obras faraónicas.

Indemnizaciones abusivas a grandes corporaciones por imposibilidad de explotación (ya se habla del Efecto Florentino), expropiaciones forzosas, abandono de urbanizaciones, infraestructuras obsoletas irreparables…, son un legado letal de una época de euforia que ya se advirtió como injustificada y que cuando se dieron los avisos pertinentes, los mensajeros fueron tachados de aguafiestas, agoreros, alarmistas, apocalípticos... Muchas de ellas son ya auténticas bombas de relojería.


El caso de la ladera de Ondarroa (Bizkaia) en marzo de 2016 (eitb) 


Esta introspección en la búsqueda de vulnerabilidades con el objeto de que una vez detectadas y evaluadas, puedan ser corregidas, fue el detonante para escribir y publicar en la revista 15/15\15 Revista para una nueva civilización  un artículo titulado como el que encabeza este post y al que añadí "sociedad colaborativa" pues creo que el concepto refleja la mejor, la más económica, la más práctica e inteligente manera de afrontar los retos de un siglo XXI que ya se nos presenta hasta con una nueva era geológica: El Antropoceno.

Dejo aquí y más abajo un enlace directo a dicho artículo. Una serie de reflexiones basadas en la observación de problemas derivados de lo anteriormente expuesto, pero sobre todo en los inapelables datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ponen de manifiesto que el ser humano aprende a base de errores y además tarda mucho en darse cuenta de los mismos, es más, en muchos casos huye hacia delante haciendo los problemas cada vez más graves y dañinos.

Como los insumos energéticos que vivimos desde 2007 son menguantes (aunque haya picos de subida puntuales), conociendo las reservas y las nuevas tecnologías de extracción, la tendencia es a seguir disminuyendo el aporte de energía neta a la sociedad; por lo tanto apelar a la eficiencia y el ahorro puede suponer mantener a raya temporalmente grandes infraestructuras cuya efectividad ya ha quedado en entredicho, y como comentamos, algunas se han convertido o lo harán en un futuro no muy lejano en grandes amenazas. Son nuestras bombas de relojería.


(15/15\15 Revista para una nueva civilización)